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Me llamo Daisy

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Mi nombre es Daisy, pero todo el mundo me llama Princesa porque todos están enamorados de mí. Soy pelirroja, sexy, y con una larga crin siempre acariciada por el viento. Dicen que soy un poco estirada porque no siempre estoy dispuesta a perder el tiempo con los mirones parados y encantados que a menudo vienen por el cercado de los ponis. Pero un día apareció una niña que andaba con un tipo de aparato con ruedas extraño, que lo ayudaba a mantenerse derecha.

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De ella, pero, lo que más me llamó la atención no fue su dificultad para andar, sino su cabello rojo como el fuego. Parecía mi crin. ¡Ella era pelirroja como yo!

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Mi historia

Helena había nacido antes de tiempo. Cuando hacía 6 meses que estaba dentro de la panza de su madre ya quiso salir. Era pequeña como un gorrión, y como todos los niños prematuros, aún tenía que crecer mucho por dentro y por fuera.

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Había que ir con mucho cuidado y ayudarla a salir adelante.

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Tuvo que estar mucho tiempo en la incubadora. Semanas y meses en el hospital, luchando mucho para conseguir tirar adelante su ilusión de vivir.

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Ella nunca se rindió, y finalmente pudo irse feliz a su casa.

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Aun así, le quedó un largo aprendizaje para andar bien, coger seguridad... ¡eran muchos obstáculos! Pero Helena demostró ser una luchadora.

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Trabajaba de lo lindo cada día haciendo ejercicios con las piernas, los brazos... Largos ratos con la f. Siempre era la misma rutina, pero ella no desfallecía.

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Para fortalecer su columna vertebral y sus piernas, le recomendaron una terapia alternativa: la equinoterapia. Para que se entienda mejor, consistía en montar a caballo.

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¡Eso sí que era un reto!

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La primera vez que Helena llegó al cercado de los ponis, iba escuchando las recomendaciones del cuidador a sus padres: “Aquel poni es muy tranquilo, y el de allá también iría bien”.

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Pero Helena ya tenía la vista puesta en Daisy: "Quiero subir con el poni de la crin pelirroja, ¡como yo!", dijo entusiasmada.

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"Aquel mejor que no", aconsejó el monitor. "Es una poni un poco díscola".

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Pero Helena ya estaba acostumbrada a los retos difíciles, y sin decir nada a nadie, con su aparato para andar llegó hasta la valla.

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Mirando a Daisy atentamente, le dijo sin más preámbulos: "Hola, soy Helena y ¡estoy encantada de la vida! Me gusta mucho tu crin pelirroja".

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Daisy pensó que si aquella niña con todas sus dificultades estaba "encantada de la vida", aquello sí que era un ejemplo de no arrugarse, de ¡ir a por todas!

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Y en aquel mismo momento, decidió que la ayudaría tanto como pudiera.

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El primer día, Helena llegó con su casco de color rosa.

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"Mmmm... es presumida como yo", pensó Daisy.

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Su cabellera pelirroja estaba trenzada en su nuca, ¡pero tenía tanto de cabello que era imposible ponerle el casco!

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Así que le hicieron dos trenzas para que cada una sobresaliera a cada lado del casco. Problema resuelto y... ¡a montar!

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Al principio la noté tensa encima mío. Sus piernas no me abrazaban, estaban rígidas. Pero despacio se soltó, y sus manecitas se cogían a mi crin haciéndome cosquillas.

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Así empezó una serie de ejercicios a caballo. Y no siempre fue pan comido.

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Helena tenía que encontrar el equilibrio porque montaba a pelo, sin montura. Así el calor corporal de Daisy se esparcía por su cuerpo y permitía activar, relajar y estirar la musculatura de las piernas.

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Aprendió también a intensificar sus propios impulsos rítmicos, dejándose llevar sin miedo, sentada al lomo de Daisy.

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- ¡Coge el tranquillo, Helena! - decía Daisy.

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- Déjate llevar y relájate. Mis patas son tus piernas, y allá donde tú pongas el ojo yo pondré la pezuña. ¡Somos un binomio, como un centauro! - insistía Daisy.

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- Helena, ¡la espalda derecha! - gritaba Daisy.

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- Pero sin estresarse, ¡eh!

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- Más importante que la meta es el camino, Helena. Más allá de los resultados, más allá de los éxitos o los fracasos - le quería hacer entender Daisy.

- Helena, los humanos siempre buscan resultados, evalúan los procesos y quieren lograr las metas rápidamente. Este es su sistema.

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- Pero para nosotros, los caballos, la prisa no existe, y los resultados son relativos, que quiere decir que no nos gusta ponernos cuerdas en el cuello sin ninguna necesidad. Si llegamos: ¡bien! Y si no, tampoco pasa nada... ya llegaremos.

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- ¿Tú tienes prisa, o qué? No, ¿verdad? ¡Pues vamos tirando! - Le explicaba Daisy imponiendo su ritmo natural.

 

Pasaron meses y Helena cogió confianza. Sabía que tenía que fortalecer los tobillos y muscular las piernas. Estaba avanzando sin darse cuenta, disfrutando de cada momento de complicidad.

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Y así llegaron a una conexión sin palabras, solo con pequeños gestos.

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- Mira Helena, ha llegado el otoño. Las hojas se han puesto su traje de color púrpura, ¿lo ves?

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- Hace más frío, ¿te das cuenta? Posa las manos dentro de mi crin que te las calentaré.

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- ¿Te has recordado de las zanahorias? ¡Me encantan! ¡Como a ti te encantan los macarrones!

Y de este modo, Helena supo crear ratos de felicidad con Daisy.

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FELICIDAD: un medicamento que a menudo, de tan sencillo, se olvida. Y que Daisy lo puso en práctica con Helena desde el minuto 0.

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Glosario

  • Fisioterapeuta: profesional que utiliza principalmente sus manos para curar al máximo las disfunciones de las personas afectadas por accidentes, enfermedades musculares, limitaciones funcionales, etc.

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  • Equinoterapia: terapia asistida con caballos que pretende ayudar en el desarrollo cognitivo, físico, emocional y social de personas que sufren una discapacidad física, intelectual o sensorial.

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  • Díscola: que tiene un carácter difícil, no fácilmente corregible, que va a lo suyo.

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  • Pan comido: cuando crees que una tarea es muy fácil y sencilla de hacer.

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  • Montar a pelo: montar encima del caballo sin montura.

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  • Tranquillo: palabra coloquial que significa "adaptarse a la situación".

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  • Binomio: que consta de dos partes, de dos cosas. En este caso eran jinete y caballo haciendo un solo cuerpo.

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  • Centauro: que tiene la cabeza y el pecho de humano, y el resto del cuerpo de caballo.

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